Mamá estaba acostada mirando a la pantalla. Yo a su lado hacia lo mismo y ambos tuvimos que secarnos las lágrimas cuando te vimos.
Allí estabas moviéndote y de pronto miraste a la cámara. Fue un instante que duró siglos. El mundo se concentró en ti porque de pronto dejó de existir todo allá afuera.
La doctora dijo que eras niña y entonces recordé que alguna vez, en medio de la desesperación, le prometí a una Santa que te llamarías Bárbara. Es un lindo nombre que mereció la bendición de Dios por su alma noble y fiel. Una historia ocurrida hace miles de años en una región turca llamada Ismid.
Yo era un joven alocado e irreverente que me metí en no pocos problemas. Aquel, que ya no recuerdo, fue definitivo para prometer tu nombre a cambio de mi salvación.
Barbara es un nombre lindo. Una palabra de múltiples significados. Un simbolismo misterioso de que tu habrás de nacer bendecida por las alturas.
Mami tenía 18 años cuando fue a visitar a sus primos a Ciudad del Maiz. Allí conoció a Laura y se hicieron muy buenas amigas y se quisieron mucho.
