La noche se tornó insoportablemente fría. Casi 21 grados nos helaban el cuerpo. Pero había que celebrar la despedida y nos fuimos a cenar a un restaurante puramente mexicano.
Estabamos alegres por habernos conocido. Mamá era la mas feliz. Comió gorditas de huevo y chile y de nopalitos con verduras. Papá un bistec ranchero con frijoles y chiles.
Estabamos felices pero también tristes. Todos queríamos quedarnos juntos para siempre,pero la vida nos marca cruelmente que debemos partir a la misma rutina.
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